El mérito, una vez más, es de los libros. Exactamente, de los más de 16.000 volúmenes de la biblioteca de la catedrática del CSIC María Ángeles Durán y de la imposibilidad material de que tanta cultura cupiese en un piso del centro de Madrid, al que se trasladó desde una gran casona en las afueras de la capital. Así fue como empezó la búsqueda de un refugio para su legado y de cómo redescubrió la Sierra de Gata, donde se hundían parte de sus raíces familiares.
«De allí -me cuenta-, del norte de Cáceres, eran mi padre y mi abuelo, una zona con mucha emigración en los años 60. Quedaba mi tía en el pueblo de Cilleros y le pedí que me buscara una casa de muros sólidos, para que pudiera aguantar bien los muchos libros que pensaba poner, que fuese de piedra y que tuviera grandes vigas de madera. Entonces, un Jueves Santo, de esto hace ya cinco años, acudí a ver la casa que mi tía me había buscado y me encontré con la sorpresa de que además me ofrecieron un molino antiguo que colindaba con la casa de mi familia y aun una tercera vivienda, cuidada con mimo desde hacía diez años por la hija de la propietaria fallecida, pero que estaba vacía. Ese día me di cuenta de que el casco histórico había entrado en esa fase de ruina y despoblación, cuando los jóvenes emigran o se marchan a las zonas nuevas del municipio donde pueden tener casas más grandes y modernas. Y esto que pasaba en Cilleros ocurría en los pueblos de alrededor, donde las casas más viejas se iban quedando huérfanas». Y ahí empezó esta historia de resucitación.
Cien kilómetros de bosques de pinos, castaños y robles; encinares, olivares y viñedos que preñan un paisaje arrebatador donde aunque parezca mentira es posible recorrerlo de árbol en árbol, el último vestigio del sueño de un agrónomo español de otras épocas y reserva actual de caza mayor y menor. Además, al lado de Portugal, desde Cilleros se tardan apenas 15 minutos en alcanzar el lujo de las Termas de Mofortinjo, con spa y club de tiro a precios muy razonables y en donde es posible, como ocurre con los ordenadores moribundos, «reiniciarse» por dentro y por fuera. «Pensé -continúa la investigadora Durán- que esas casas se iban a perder si nadie las compraba y que entre mis familiares, amigos y conocidos podría intentar que se quedara alguna y frenar la desolación. Los precios eran baratos, así que en pocos meses había comprado tres casas. Luego, la idea siguió progresando y ya tengo 10, de las cuales hemos restaurado íntegramente cinco, dos están a la cola, y nos quedan tres, de las que únicamente hemos restaurado las fachadas, porque no teníamos dinero para más. Porque todo esto -subraya- es sin ánimo de lucro. Sólo pretendemos rescatar el dinero invertido, dejando en circulación otra cantidad de manera que, cuando alguien se queda con una de las casas, podemos ocuparnos de otra. Y como a nosotros no nos mueve la ganancia económica, tampoco queremos que el que se quede con ellas lo haga por negocio, por eso buscamos adoptantes y ponemos como condición que restauren la casa y que la den vida durante cinco años, vida que la pueden dar los propietarios, unos inquilinos o los que la quieran explotar para desarrollar en ella una actividad económica. Nunca antes de esos cinco años puede venderse; pero cinco años pasan enseguida».
'Las siete lunas'
En la actualidad, tres casas buscan adoptantes en Cilleros (arquitecturaruralsierradegata@gmail.com o en el tel. 622 02 98 85), mientras el proyecto se extiende por una decena de pueblos de la sierra. Una de 36.000 euros, que puede dividirse en dos (y que por otros 24.000 en restauración se hace habitable) y dos de 51.000 euros, más grandes, una con dos escudos, que se acaban de rehabilitar, y la de 'Las siete lunas', también de flamante frontispicio, cuyas puertas y ventanas están recercadas con buenas piedras y que tiene una ventanita de esquina, «aginezada». El presupuesto de rehabilitación interior es de 96.000 euros.
Para la biblioteca ha sido adoptada una casa del siglo XVI en el vecino San Martín de Trevejo, de la que la doctora se enamoró, y que cuando se prendó de ella estaba a punto de caerse, después de haber servido como carpintería en los últimos años. Será el hogar de los libros y la sede de una fundación que debería llamarse Torregrosa-Durán, pero que acabará denominándose por el más aséptico de Fundación para la Recuperación del Patrimonio Arquitectónico de la Sierra de Gata, porque el esposo de la catedrática, sin el que nada de esto hubiera sido posible, huye de solemnidades como de la peste. «En este lugar -me dice la socióloga- busca quien la adopte celebraremos seminarios y podría tratarse el tema de la frontera, que tanto nos interesa». De momento,ya han derribado otras barreras, tan fieras como las de la especulación, que tanto ha alegrado a doña Victoria Eugenia, la alcaldesa de Cilleros, que se ha sumado a esta última cruzada que no ha hecho sino empezar.
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